No hay más verdad en lo que busco que la búsqueda misma.
Aquello que vislumbré, fugaz, en un instante preciso,
ya no volverá. En su lugar
el recuerdo es un resto inservible.
No hay en esta búsqueda otro objeto que yo mismo
pero a mí no puedo buscarme sino
una y otra vez
(aunque busque perderme)
encontrarme.
¿Es un camino tan estrecho que no deja espacio
para dudas ni rodeos ni extravíos
—sólo seguirlo o detenerse, abandonarlo—
o es un terreno amplio, más bien desértico,
sin sendas visibles, llano y callado?
No hay más búsqueda que la idea que de ella tiene el rastreador.
No hay más huellas que las que muestran lo que ya recorrimos.
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