Entré en la vida de Francisco José S*** A***
—catedrático español—
en calidad de amiga argentina de su discípula argentina.
Nos vimos poco y nos caímos bien.
Entre la vez que fui y las que vino mi amiga
encontramos cómo intercambiar los dones
materializados principalmente en monedas
—argentinas, brasileñas, uruguayas, aragonesas—
que ambos coleccionábamos.
Su primer mensaje llegó electrónicamente. Se declaró
amante de las bellas artes por lo tanto de las mujeres
admirador de casi todo lo literario excepto la poesía.
¡Lo que tiene de bueno el lenguaje de la ciencia
es que es sencillo, escueto y objetivo! exclamó.
Resumió sin saberlo la teoría de la obra abierta
pero a Paco la apertura parecía angustiarlo
la percibía como un hueco que sólo podía rellenar con su propia experiencia y
normalmente el binomio (poesía, yo) me suena artificial.
Ojalá pudiera ahuyentar tal desazón. Un poema
no difiere grandemente de cualquier otra cosa de este mundo,
bien mirado
todos somos más parecidos a un gruyere que a un gouda
y lo único que tenemos a mano para completar,
cuando lo sentimos necesario, algún sentido que se nos escapa,
es nuestra propia vida. Un poema
es la mitad sin su lector,
dibujitos dormidos a la espera de unos ojos que los revivan.
Quizá Paco desea poemas sin intersticios, quizá
le gusta arroparse en la ilusión de que lee obras sin intersticios
y que existe en el mundo un lenguaje sencillo, escueto y objetivo.
Pero todo poema es un colador.
Importa más lo que deja escapar
que lo que atrapa en la red, o en todo caso
es en ese prodigio de la tecné —que algo se escape y algo quede, siempre—
donde reside su encanto: cada uno decide
si prefiere la leche o la nata,
las piedras del río o las pepitas de oro o la pirita.
Pero Paco no está angustiado.
Simplemente no lee poesía y es feliz.
Y a mí me gustaría invitar a todos a la fiesta donde vivo:
que se vengan los chicos del mundo entero.
Si, para decirlo con un viejo chiste, la nariz de cleopatra hubiera sido roma,
este planeta contaría, al día de la fecha,
con cinco mil quinientos un millones de poetas (según datos del último censo).
Quedan todos invitados.
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